CUENTOS CORTOS: EL EDIFICIO DE HELADO, de Gianni Rodari
Una vez en Bolonia hicieron un edifico de helado, en la misma plaza Mayor, y los niños venían desde muy lejos para darle una chupadita.
El techo era de nata; el humo de las chimeneas, de algodón dulce; las chimeneas, de fruta confitada. El resto: las puertas, las paredes y los muebles, todo era de helado.
Un niño pequeñísimo se había cogido a una mesa y le lamió las patas una a una, hasta que la mesa le cayó encima con todos los platos; y los platos eran de helado de chocolate, el mejor.
En cierto momento, un guardia municipal se dio cuenta de que había una ventana derritiéndose. Los cristales eran de helado de fresa, y se deshacían en hilillos rosados.
-¡Rápido!-gritó el guardia-, ¡más rápido todavía!
Y venga todos a lamer más rápido, para que no se echara a perder ni una sola gota de aquella obra maestra.
-¡Un sillón!-imploraba una viejecita que no lograba abrirse paso entre la muchedumbre-. ¡Un sillón para una pobre vieja! ¿Quién quiere traérmelo? Que sea con brazos, si es posible.
Un generoso bombero corrió a llevarle un sillón helado de crema, y la pobre viejecita empezó a lamerlo precisamente por los brazos.
Aquel fue un gran día, y por orden de los doctores nadie tuvo dolor de barriga.
Todavía hoy, cuando los niños piden otro helado más a sus papás, éstos dicen suspirando:
-¡Claro, hombre! Para ti sería necesario una casa entera, como aquella de Bolonia.
-¡Claro, hombre! Para ti sería necesario una casa entera, como aquella de Bolonia.